viernes, 23 de diciembre de 2011

La Navidad en tiempo de Duelo

Las fechas alegres de nuestra vida suelen estar marcadas por la presencia de seres queridos. La Navidad es, probablemente, uno de los escenarios más significativos para la vida familiar de nuestra sociedad. Nos reunimos a celebrar, intercambiamos regalos y nuestro entorno nos recuerda, constantemente, que son momentos de fiesta y alegría. Por ello, la ausencia de uno de los miembros de la familia, o de personas que han sido especiales en nuestra vida, es particularmente difícil de afrontar en esta época.

El duelo, considerado como un proceso inevitable y que conviene conocer para sobrellevarlo constructivamente, es vivido de forma diferente por cada persona. Generalmente, la primera reacción de quien lo vive suele ser no celebrar esas fechas importantes, o bien planear actividades que nada tengan que ver con la historia familiar y personal. Incluso hay quienes crean una fantasía en la que el fallecido, sencillamente, “está de viaje”.

Todo ello tiene como único objetivo el olvido, no recordar a quien se fue, que le quisimos y que le echamos de menos. Que nos duele, que no sabemos como seguir adelante, que estamos desconcertados y que aún desconocemos como reemprender nuestra vida. 

En cualquier caso, si durante el primer año de duelo evitamos hacer aquello que nos recuerde al fallecido en las fechas señaladas, deberemos afrontar exactamente la misma situación al año siguiente. Posponer la Navidad no impedirá que nuestro ser querido ya no esté y cuanto antes afrontemos este hecho mejor será para nuestra salud mental y afectiva.

Pérdida familiar

Si se trata de una pérdida familiar es seguro que las opiniones serán muy distintas unas de otras. Por eso es aconsejable reunir a la familia y acordar cómo vivir, juntos, este momento especial. En esa reunión es importante que todos expresen sus sentimientos, emociones, temores y opiniones, que deberán ser respetados por todos los demás. El objetivo es llegar a un acuerdo y tomar conciencia de que cada miembro de la familia necesita al resto para superar el duelo, que todos sienten dolor pero que el aislamiento es la peor opción. Se trata de que todos los integrantes de la familia, y no debe olvidarse a los niños que también deben ser parte activa en este proceso, se den permiso, a sí mismos y a los demás, para expresar lo que sienten.

Es importante sentirse escuchado y respetado durante el duelo y el núcleo familiar es el mejor lugar donde sentirse acogido en esos momentos.  Entre todos se encontrará la forma de recordar a la persona fallecida, aceptando y respetando cualquier emoción que surja en ese recordatorio.

El duelo es un proceso de aprendizaje. La mayor parte de las veces no se trata de si se desea o no celebrar algo (es muy posible que sintamos que no hay motivos para celebrar). Lo cierto es que siempre hay un término medio que hemos de utilizar para elegir qué deseamos y, desde luego, no debemos olvidar que es importante sentirse bien con aquello que se decide y se lleva a cabo. Forzar las situaciones o hacer algo únicamente por agradar a los demás, cuando se está dolido por la pérdida, no es lo aconsejable. Esto no debe llevarnos a creer que la soledad es la mejor amiga del duelo, de ninguna manera.

Para equilibrar las emociones está ese término medio que hemos mencionado. Podemos cambiar la forma de reunirnos y celebrar la Navidad de otra forma, sin huir del recuerdo y de nuestro propio dolor. Debemos ser capaces de elegir y cambiar aquello que hemos hecho hasta ahora, sin obviar el hecho de que vivimos un duelo y que se trata de un proceso en el que no hay paréntesis.

De la misma forma que te permites sentir dolor y tristeza, has de permitirte la risa y la alegría. El duelo es similar a una montaña rusa: hay momento de mucho dolor que se alternan con otros en los que domina la calma; desde luego, también hay que buscar el bienestar, la alegría, la buena compañía de aquellos que te quieren y te acompañan.

Todo debe ser vivido; siéntelo sin culpa.

“Que mi recuerdo no envenene tus futuras alegrías. Pero no permitas que tus alegrías destruyan mi recuerdo”. George Sand.